En las lenguas romances los nombres actuales más generalizados derivan del latín vulgar catus, palabra que aludía especialmente a los gatos salvajes en contraposición a los gatos domésticos que, en latín, eran llamados felis.
Hay docenas de razas, algunas sin pelo o incluso sin cola, como resultado de mutaciones genéticas, y existen en una amplia variedad de colores. Son depredadores por naturaleza, siendo sus posibles presas más de cien especies diferentes de animales para alimentarse. Son capaces de asimilar algunos conceptos, y ciertos ejemplares han sido entrenados para manipular mecanismos simples.
Se comunican con gemidos, gruñidos y alrededor de un centenar de diferentes vocalizaciones,[6] además del lenguaje corporal.
Se creía que el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica) era su ancestro más inmediato,[7] pero evidencias genéticas recientes señalan que los gatos domésticos actuales comparten una procedencia directa con los gatos salvajes de Oriente Medio.
Sin embargo, al tratarse de una subespecie puede intercambiar —y de hecho lo hace— material genético con otras subespecies de Felis silvestris. Se ha detectado hibridación con el gato montés europeo.[8] Esta hibridación masiva se considera la principal amenaza para la conservación de las variantes salvajes. Está incluido en la lista 100 de las especies exóticas invasoras más dañinas del mundo[9] de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
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